Fuente: marianelahp.blogspot.com |
El
cambio en sí mismo sugiere un desafío a lo ya establecido. Sin embargo, es
difícil hacer una línea divisoria entre lo que se ha de cambiar y lo que debe
seguir siendo trascendente. Muy pocos pueden hacer consciencia de cuáles
métodos utilizar para mantener el equilibrio entre la innovación y la
tradición.
La
moral entra en una reyerta de posiciones encontradas: los innovadores y los
conservadores. Son muchos los que creen que es imposible tener los principios
morales de hace 2000 años en nuestro siglo veintiuno de la Era Común. Y están
los que buscan mantener los principios de manera rígida, resistiendo cualquier
rasgo de cambio que los pueda desafiar.
Lamentablemente,
ambos grupos colocan la moral al mismo nivel que los conocimientos generales, y
esto desvirtúa su verdadero sentido. La moral no está para ser un elemento
variable en la historia social. Por otra parte, también se usa incorrectamente
al convertirse en el punto neurálgico de resistencia al cambio. Esto sería
sacar a la moral de su esfera real y categórica.
La
moral es el baluarte que establece la medida general del comportamiento humano,
partiendo de principios prejuiciados e inamovibles. A la vez, es el adecuado
filtro del conocimiento y la práctica de ese comportamiento, a la que conocemos
como ética.
En
los siguientes párrafos intentaré circunscribir el punto de partida, el sentido
y el “destino final” de la moral.
A la moral le interesa el ser humano. El
ser humano es la criatura de Dios con la capacidad de hacer juicio de valor
entre lo correcto y lo incorrecto, distinto a los animales, que solo cuentan
con el afecto y el instinto. Es por esto que todo ser humano conoce a través de
la moral qué debe hacer y qué no debe hacer, no solo por sus resultados
materiales o implicaciones sentimentales, sino por el carácter espiritual de su
conducta. La moral opera en el ser humano tanto en su aspecto individual como
en el aspecto social.
A la moral le interesa el ser humano y sus
principios. No es cuestión del análisis de la moral la capacidad, el
cambio, o el desarrollo científico en el individuo o la sociedad. La moral
parte de fundamentos que el ser humano conoce a medida que avanza en su
desarrollo, pero que existen desde mucho tiempo antes de que él mismo tenga
consciencia de ellos.
A la moral le interesa el ser humano y los
principios absolutos que lo rigen. La moral es una cuestión general, que ni
la cultura, la economía, la religión, el temperamento o el nivel académico
pueden intentar circunscribir. La moral atraviesa todos estos aspectos de la
persona humana, pero es de una idiosincrasia más abarcante.
Una moral definida por una sociedad o individuo aislados tendrá
influencia tan limitada como sea el territorio y la influencia de su defensor. Se
hace necesario que la moral sea definida de forma universal, para que tenga
sentido comportarse íntegramente en cualquier lugar. Este alcance universal lo
posee un solo Ser. Unos le llaman “el Sumo bien”. Otros se atreven a llamarlo
“Dios”.
A la moral le interesa que el ser humano
practique principios absolutos. La existencia de la moral no se justifica
en el aspecto teórico. La moral no es la pieza delicada que exhibimos en una
vitrina. Es, por el contrario, el tosco pero práctico filtro que garantiza la
pureza de nuestra conducta. El verdadero fin de la moral es que los preceptos
que ella señala se conviertan en una realidad diaria en el individuo y la
sociedad en conjunto.
A la moral le interesa que el ser humano
practique principios absolutos en todas las circunstancias y ambientes. La
moral es constante, permanente, fija. No la altera el tiempo, o el nivel
económico, o las adversidades en la vida. La sociedad –o el individuo– cuya
moral varía con las circunstancias, termina perdiendo su identidad y su
credibilidad.
A la moral le interesa que el ser humano
practique principios absolutos en todas las circunstancias y ambientes sin
medir las consecuencias. Es fácil seguir una conducta moral cuando ello
significa lograr el reconocimiento social, laboral, familiar, etc. Sin embargo,
cuando las consecuencias de una vida de principios son notablemente
desagradables es muy sencillo claudicar entre la conducta más moral o la más
gratificada. En lo que atañe a la moral, las consecuencias que valen no son las
que garantizan comodidad o distinción, sino las que son intrínsecamente buenas,
correctas y responden al deber más noble.
A la moral le interesa que el ser humano
practique principios absolutos en todas las circunstancias y ambientes sin
medir las consecuencias, y que las transmita fielmente a las futuras
generaciones. Uno de los grandes problemas históricos en cuestiones de
moral está en que las mejores sociedades e individuos se han destacado en el
arte de practicar la moral, pero han fallado en transmitir con probidad esos
fundamentos de vida. La mejor forma de lograrlo es a través de una educación
enfocada en la transmisión efectiva de sus normas de conducta; o en la familia,
al transmitir el individuo por precepto y ejemplo los rudimentos del bien hacer
moral a sus descendientes.
En conclusión,
la moral como se ha descrito se enfoca en el ser humano, partiendo de
principios divinos. Su influencia es universal, y afecta a los individuos.
Repercute más allá del tiempo, espacio y circunstancias. Es un concepto
práctico, no exclusivamente abstracto. Se practica de manera individual y
colectiva. Es útil para preservar la dignidad humana en su sentido más
espiritual, y también en el más evidente. No mira el nivel de confort de las
consecuencias, sino su relación con el ideal de conducta. Finalmente, se
transmite por generaciones a través de precepto y ejemplo.
wheeeeh ingrato...
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