viernes, 28 de diciembre de 2012

La Moral: Fines y Principios


Fuente: marianelahp.blogspot.com
    Los tiempos mudan. El mundo cambia. Las circunstancias varían, y tienden a hacerse cada vez más complejas. Por un lado, la realidad nos presenta la necesidad del cambio. Por el otro, está el hecho de que el cambio desafía lo que en un momento ha funcionado al poner en uso lo nuevo, que es de trascendencia incierta.
     El cambio en sí mismo sugiere un desafío a lo ya establecido. Sin embargo, es difícil hacer una línea divisoria entre lo que se ha de cambiar y lo que debe seguir siendo trascendente. Muy pocos pueden hacer consciencia de cuáles métodos utilizar para mantener el equilibrio entre la innovación y la tradición.
      La moral entra en una reyerta de posiciones encontradas: los innovadores y los conservadores. Son muchos los que creen que es imposible tener los principios morales de hace 2000 años en nuestro siglo veintiuno de la Era Común. Y están los que buscan mantener los principios de manera rígida, resistiendo cualquier rasgo de cambio que los pueda desafiar.
     Lamentablemente, ambos grupos colocan la moral al mismo nivel que los conocimientos generales, y esto desvirtúa su verdadero sentido. La moral no está para ser un elemento variable en la historia social. Por otra parte, también se usa incorrectamente al convertirse en el punto neurálgico de resistencia al cambio. Esto sería sacar a la moral de su esfera real y categórica.
       La moral es el baluarte que establece la medida general del comportamiento humano, partiendo de principios prejuiciados e inamovibles. A la vez, es el adecuado filtro del conocimiento y la práctica de ese comportamiento, a la que conocemos como ética.
        En los siguientes párrafos intentaré circunscribir el punto de partida, el sentido y el “destino final” de la moral.
        A la moral le interesa el ser humano. El ser humano es la criatura de Dios con la capacidad de hacer juicio de valor entre lo correcto y lo incorrecto, distinto a los animales, que solo cuentan con el afecto y el instinto. Es por esto que todo ser humano conoce a través de la moral qué debe hacer y qué no debe hacer, no solo por sus resultados materiales o implicaciones sentimentales, sino por el carácter espiritual de su conducta. La moral opera en el ser humano tanto en su aspecto individual como en el aspecto social.
        A la moral le interesa el ser humano y sus principios. No es cuestión del análisis de la moral la capacidad, el cambio, o el desarrollo científico en el individuo o la sociedad. La moral parte de fundamentos que el ser humano conoce a medida que avanza en su desarrollo, pero que existen desde mucho tiempo antes de que él mismo tenga consciencia de ellos.
        A la moral le interesa el ser humano y los principios absolutos que lo rigen. La moral es una cuestión general, que ni la cultura, la economía, la religión, el temperamento o el nivel académico pueden intentar circunscribir. La moral atraviesa todos estos aspectos de la persona humana, pero es de una idiosincrasia más abarcante.
Una moral definida por una sociedad o individuo aislados tendrá influencia tan limitada como sea el territorio y la influencia de su defensor. Se hace necesario que la moral sea definida de forma universal, para que tenga sentido comportarse íntegramente en cualquier lugar. Este alcance universal lo posee un solo Ser. Unos le llaman “el Sumo bien”. Otros se atreven a llamarlo “Dios”.
A la moral le interesa que el ser humano practique principios absolutos. La existencia de la moral no se justifica en el aspecto teórico. La moral no es la pieza delicada que exhibimos en una vitrina. Es, por el contrario, el tosco pero práctico filtro que garantiza la pureza de nuestra conducta. El verdadero fin de la moral es que los preceptos que ella señala se conviertan en una realidad diaria en el individuo y la sociedad en conjunto.
A la moral le interesa que el ser humano practique principios absolutos en todas las circunstancias y ambientes. La moral es constante, permanente, fija. No la altera el tiempo, o el nivel económico, o las adversidades en la vida. La sociedad –o el individuo– cuya moral varía con las circunstancias, termina perdiendo su identidad y su credibilidad.    
A la moral le interesa que el ser humano practique principios absolutos en todas las circunstancias y ambientes sin medir las consecuencias. Es fácil seguir una conducta moral cuando ello significa lograr el reconocimiento social, laboral, familiar, etc. Sin embargo, cuando las consecuencias de una vida de principios son notablemente desagradables es muy sencillo claudicar entre la conducta más moral o la más gratificada. En lo que atañe a la moral, las consecuencias que valen no son las que garantizan comodidad o distinción, sino las que son intrínsecamente buenas, correctas y responden al deber más noble.
A la moral le interesa que el ser humano practique principios absolutos en todas las circunstancias y ambientes sin medir las consecuencias, y que las transmita fielmente a las futuras generaciones. Uno de los grandes problemas históricos en cuestiones de moral está en que las mejores sociedades e individuos se han destacado en el arte de practicar la moral, pero han fallado en transmitir con probidad esos fundamentos de vida. La mejor forma de lograrlo es a través de una educación enfocada en la transmisión efectiva de sus normas de conducta; o en la familia, al transmitir el individuo por precepto y ejemplo los rudimentos del bien hacer moral a sus descendientes.
En conclusión, la moral como se ha descrito se enfoca en el ser humano, partiendo de principios divinos. Su influencia es universal, y afecta a los individuos. Repercute más allá del tiempo, espacio y circunstancias. Es un concepto práctico, no exclusivamente abstracto. Se practica de manera individual y colectiva. Es útil para preservar la dignidad humana en su sentido más espiritual, y también en el más evidente. No mira el nivel de confort de las consecuencias, sino su relación con el ideal de conducta. Finalmente, se transmite por generaciones a través de precepto y ejemplo.

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