Le dije al viento todos mis secretos
para que sólo Dios los escuchara
para que, si hice mal me perdonara
y no llegara a oídos indiscretos.
Confié lo peligroso y lo profundo
y cosas pasajeras y triviales
y le conté las cosas más geniales
aquello que hace revolver mi mundo.
Quizá confío en él por no juzgarme
o porque escucha todo muy callado;
tal vez porque está muy interesado
o porque no se atreve a contestarme.
Le dije al viento de los tropezones
caídas y fracasos que he pasado
personas allegadas que he amado
y que me compensaron con traiciones.
Le dije al viento sobre aquellos casos
que despertaron todas las pasiones
de mis acaloradas discusiones
y de mis más románticos ocasos.
Le dije de las noches más sombrías
y lágrimas en ellas derramadas
de múltiples sonrisas contempladas
que fueron alicientes en mis días.
Le hablé sobre mis ambiciosos sueños
los sueños más absurdos y posibles
de anécdotas e historias increíbles
y de mis planes grandes y pequeños.
Hablando me sentí avergonzado
de muchas de las cosas que decía
y sé que no me lo perdonaría
si otros las hubieran escuchado.
Aquello que jamás te contaría
al viento lo conté confiadamente
tal vez por no querer turbar tu mente
tal vez... porque jamás te importaría.
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